sábado, 8 de diciembre de 2012

L a Educacion Social en la tercera edad


El Educador Social

Según los especialistas, el perfil profesional del educador social queda definido no solo por las funciones que históricamente han sido de su competencia, si no tambien por aquellas que en respuesta a las actuales demandas sociales le están siendo paulatinamente atribuidas.
Ahora bien, sea cual fuere el enfoque desde el cual contemplemos la actividad de educador social, parece evidente que esta viene determinada por tres ejes:
 
  • El ámbito social de su trabajo
  • El carácter educativo de su acción
  • Las competencias profesionales
En esta sociedad tan compleja, hay otras formas de vida y de hacer, pero desde el ámbito de la Ecuación Social es necesario continuar con el propósito de capturar la realidad, lo cual nos obliga a delimitar ámbitos y funciones. Con ello, lo que se quiere poner de manifiesto es la importancia de la mejora en la cualificación de los profesionales que trabajan con personas mayores en general.
 
No podemos obviar que la acción socioeducativa con beneficiarios mayores ha estado sumergida en el mercado laboral, siendo desempeñada por sectores sin una preparación adecuada.
Se hace frente a una realidad practicada desde el voluntarismo, pero ahora, cada vez con mayor ímpetu, existe el interés y la preocupación por iluminar el camino.
 Con el impulso al educador social se persigue sustraer del anonimato a una profesión que había mimetizado en una función exclusivamente resocializadora.
Es importante la necesidad de hacer frente a la tarea de formación y profesionalización de los educadores sociales interesados en el campo de acción de las personas mayores.
  
Con la llegada del estado del biestar, no se considera al jubilado completamente pasivo, sino que, dadas las circunstancias, se les asignan funciones como la de participar en la construcción de derminados servicios sociales como el cuidado de los nietos, la atención al hogar de los hijos trabajadores, la mutua ayuda entre ellos, la participación en la vida política a través de asociaciones especificas, participación en centros culturales.
Podríamos decir que hasta hace unas décadas, todo ha estado centrado en la educación de adultos. Una educación de adultos basada en la compensación y el reciclaje que exigían los cambios en los modos de producción. Una educación que no concebía a las personas mayores, es decir las personas que por entonces eran entendidas como  la tercera edad.
Serán las directrices que regulan la Diplomatura en Educación Social, la que hará hincapié en contemplar de forma novedosa a la tercera edad entre sus ámbitos. 
Apostamos por una Educación Social que llegue a todas las personas y promueva lo que cada uno tiene de valioso, único e irrepetible. No en vano, requerimos de esfuerzos especialmente de los educadores sociales como profesionales, para la plena consecución de las aspiraciones de equidad de los seres humanos y la superación del perfil asistencial y/o clientista de los actuales Estados del Bienestar.
Las personas necesitan, a demás de aprender a vivir, a supervivirse y a convivir, aprender a desvivirse; aprender  a consumir la vida sin aplazarla que eso es disfrutarla; aprender para el ocio y no solo para el negocio; aprender a ser y no solo sobre los derechos de los nuestros (justicia), o sobre nuestros derechos (la libertad); aprender a saber como fin y no solo como medio. (Sanz, 2003,341).
 La vida nos exige nuevas propuestas desde la Educación Social.  
 
No podemos olvidar que “el envejecimiento, a parte de ser una evolución lógica de un proceso biológico, psíquico y social, es una cuestión de imágenes y actitudes.

 Para la mayoría de los ciudadanos, la juventud  y la edad adulta representan un continuo proceso de desarrollo de nuevas oportunidades, capacidades, intereses y satisfacciones.
 Aquellas personas que consiguen un envejecimiento satisfactorio mantienen esas actitudes constructivas a lo largo de la última etapa de su vida, obteniendo un enorme beneficio de esta situación.
 Otras sin  embargo, ceden ante un cúmulo de imágenes falsas y pesimistas de frustran sus últimos años.
 Cabria preguntarse ¿como conseguir un envejecimiento activó? ¿Por qué en un determinado momento perdemos o abandonamos el proceso de desarrollo? ¿Que o quienes pueden ayudarnos a mantener esas actitudes?
Seria importante conocer como hacer para adatarnos al cambio que se sufre en esa etapa y afrontarlo lo mejor posible, ya que no depende solo de la actitud de la propia persona sino como la vemos los demás, se necesita el aval y el reconocimiento social para superar la imagen que se tiene del paso de una etapa a otra.
La vejez cuenta con un gran numero de prejuicios y estereotipos por eso ha sido siempre poco aceptada por los que la padecen, y temida y despreciada por los que aun no han llegado a ella.

Por eso una función del educador social es intentar evitar la desigualdad, por que la imagen y actitudes hacia las personas mayores, constituyen factores de riesgo psicológico-social.
                             
Si las percepciones y conceptualizaciones sociales mantienen una visión negativa y, aparte, infundada sobre el envejecimiento va a ser muy difícil conseguir una vejez saludable, aunque se implanten medidas sociales compensatorias.
 El peligro esta cuando estas son asumidas por los propios educadores sociales, agentes del cambio. Conocer o pensar en una realidad distorsionada contaminara las actuaciones dirigidas a los mayores y nuestro trabajo con ellos.
 
La perspectiva educativa se basa en el reconocimiento de las potencialidades de las personas entradas en años, gracias a su recorrido histórico.
La persona posee unos potenciales únicos: experiencia, madurez vital, perspectiva de la historia personal y social, que pueden compensar si se utilizan adecuadamente las limitaciones que pueden existir.
La prueba del progresivo deterioro biológico o sensorial se ve compensada con la acumulación de herramientas y vivencias personales y colectivas. Aquellas que “gracias a la experiencia vivida”, maestra suprema de todas las disciplinas, cobra ahora pleno sentido”. (Jesús García Minguez (2004,83).
Una experiencia con argumentos psicológicos, relacionales, familiares, laborales, comunitarios/individualistas, gratificantes o frustrantes ricos y pobres.
Desde la perspectiva educativa dejamos a un lado la edad para centrarnos en la Persona, es decir en el ser humano, con historia, experiencias y vivencias significativas que impregnan su saber ser y hacer y le dan sentido a su vida.
Para un trabajo justo con las personas de edad, entendemos que son necesarias medidas que redunden en una conciencia social acerca de la verdadera o quizás mejor, podríamos denominar más objetiva y neutral, identidad de colectivo, así como de los beneficios derivados del hecho del envejecimiento. Es importante romper con los estereotipos que dificultan un acercamiento a este sector de la población.
                                                                                                                               
Todos envejeceremos algún día, si tenemos ese privilegio. Por lo tanto, no consideremos a la persona de edad un grupo aparte, sino como lo que nosotros mismos seremos en el futuro. Reconozcamos que todas las personas de edad son personas individuales, con necesidades y capacidades particulares y no un grupo en el que todos son iguales porque son viejos.
 Kofi Amnam
 
                                                                                                                          
Mantener la lucidez es un ejercicio tan duro como mantener la línea. Sblomo Bretzitz

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