El Educador Social
Según los especialistas, el perfil profesional del educador social
queda definido no solo por las funciones que históricamente han sido de su competencia,
si no tambien por aquellas que en respuesta a las actuales demandas sociales le
están siendo paulatinamente atribuidas.
Ahora bien, sea cual fuere el enfoque desde el cual contemplemos
la actividad de educador social, parece evidente que esta viene determinada por
tres ejes:
- El ámbito social de su trabajo
- El carácter educativo de su acción
- Las competencias profesionales
En esta sociedad tan compleja, hay
otras formas de vida y de hacer, pero desde el ámbito de la Ecuación Social es necesario
continuar con el propósito de capturar la realidad, lo cual nos obliga a delimitar
ámbitos y funciones. Con ello, lo que se quiere poner de manifiesto es la importancia
de la mejora en la cualificación de los profesionales que trabajan con personas
mayores en general.
No podemos obviar que la acción socioeducativa
con beneficiarios mayores ha estado sumergida en el mercado laboral, siendo desempeñada
por sectores sin una preparación adecuada.
Se hace frente a una realidad practicada desde el voluntarismo, pero ahora, cada vez con mayor ímpetu, existe el interés y la preocupación por iluminar el camino.
Con el impulso al educador social se persigue sustraer del anonimato a una profesión que había mimetizado en una función exclusivamente resocializadora.
Se hace frente a una realidad practicada desde el voluntarismo, pero ahora, cada vez con mayor ímpetu, existe el interés y la preocupación por iluminar el camino.
Con el impulso al educador social se persigue sustraer del anonimato a una profesión que había mimetizado en una función exclusivamente resocializadora.
Es importante la necesidad de
hacer frente a la tarea de formación y profesionalización de los educadores
sociales interesados en el campo de acción de las personas mayores.
Con la llegada del estado del biestar,
no se considera al jubilado completamente pasivo, sino que, dadas las
circunstancias, se les asignan funciones como la de participar en la construcción
de derminados servicios sociales como el cuidado de los nietos, la atención al
hogar de los hijos trabajadores, la mutua ayuda entre ellos, la participación
en la vida política a través de asociaciones especificas, participación en
centros culturales.
Podríamos decir que hasta hace
unas décadas, todo ha estado centrado en la educación de adultos. Una educación
de adultos basada en la compensación y el reciclaje que exigían los cambios en
los modos de producción. Una educación que no concebía a las personas mayores,
es decir las personas que por entonces eran entendidas como la tercera edad.
Serán las directrices que regulan
la Diplomatura en Educación Social, la que hará hincapié en contemplar de forma
novedosa a la tercera edad entre sus ámbitos.
Apostamos por una Educación
Social que llegue a todas las personas y promueva lo que cada uno tiene de
valioso, único e irrepetible. No en vano, requerimos de esfuerzos especialmente
de los educadores sociales como profesionales, para la plena consecución de las
aspiraciones de equidad de los seres humanos y la superación del perfil
asistencial y/o clientista de los actuales Estados del Bienestar.
Las personas necesitan, a demás
de aprender a vivir, a supervivirse y a convivir, aprender a desvivirse;
aprender a consumir la vida sin aplazarla
que eso es disfrutarla; aprender para el ocio y no solo para el negocio;
aprender a ser y no solo sobre los derechos de los nuestros (justicia), o sobre
nuestros derechos (la libertad); aprender a saber como fin y no solo como medio.
(Sanz, 2003,341).
La vida nos exige nuevas propuestas desde la Educación
Social.
No podemos olvidar que “el envejecimiento,
a parte de ser una evolución lógica de un proceso biológico, psíquico y social,
es una cuestión de imágenes y actitudes.
Para la mayoría de los ciudadanos, la
juventud y la edad adulta representan un
continuo proceso de desarrollo de nuevas oportunidades, capacidades, intereses
y satisfacciones.
Aquellas personas que consiguen un envejecimiento
satisfactorio mantienen esas actitudes constructivas a lo largo de la última
etapa de su vida, obteniendo un enorme beneficio de esta situación.
Otras sin
embargo, ceden ante un cúmulo de imágenes falsas y pesimistas de frustran
sus últimos años.
Cabria preguntarse ¿como conseguir un envejecimiento
activó? ¿Por qué en un determinado momento perdemos o abandonamos el proceso de
desarrollo? ¿Que o quienes pueden ayudarnos a mantener esas actitudes?
Seria importante conocer como
hacer para adatarnos al cambio que se sufre en esa etapa y afrontarlo lo mejor
posible, ya que no depende solo de la actitud de la propia persona sino como la
vemos los demás, se necesita el aval y el reconocimiento social para superar la
imagen que se tiene del paso de una etapa a otra.
La vejez cuenta con un gran
numero de prejuicios y estereotipos por eso ha sido siempre poco aceptada por
los que la padecen, y temida y despreciada por los que aun no han llegado a
ella.
Por eso una función del educador
social es intentar evitar la desigualdad, por que la imagen y actitudes hacia
las personas mayores, constituyen factores de riesgo psicológico-social.
Si las percepciones y
conceptualizaciones sociales mantienen una visión negativa y, aparte, infundada
sobre el envejecimiento va a ser muy difícil conseguir una vejez saludable,
aunque se implanten medidas sociales compensatorias.
El peligro esta cuando
estas son asumidas por los propios educadores sociales, agentes del cambio. Conocer
o pensar en una realidad distorsionada contaminara las actuaciones dirigidas a
los mayores y nuestro trabajo con ellos.
La perspectiva educativa se basa
en el reconocimiento de las potencialidades de las personas entradas en años,
gracias a su recorrido histórico.
La persona posee unos potenciales
únicos: experiencia, madurez vital, perspectiva de la historia personal y
social, que pueden compensar si se utilizan adecuadamente las limitaciones que
pueden existir.
La prueba del progresivo deterioro biológico o sensorial se ve compensada
con la acumulación de herramientas y vivencias personales y colectivas. Aquellas
que “gracias a la experiencia vivida”, maestra suprema de todas las
disciplinas, cobra ahora pleno sentido”. (Jesús García Minguez (2004,83).
Una experiencia con argumentos psicológicos,
relacionales, familiares, laborales, comunitarios/individualistas,
gratificantes o frustrantes ricos y pobres.
Desde la perspectiva educativa dejamos
a un lado la edad para centrarnos en la Persona, es decir en el ser humano, con
historia, experiencias y vivencias significativas que impregnan su saber ser y
hacer y le dan sentido a su vida.
Para un trabajo justo con las
personas de edad, entendemos que son necesarias medidas que redunden en una
conciencia social acerca de la verdadera o quizás mejor, podríamos denominar más
objetiva y neutral, identidad de colectivo, así como de los beneficios
derivados del hecho del envejecimiento. Es importante romper con los
estereotipos que dificultan un acercamiento a este sector de la población.
Todos envejeceremos algún día, si
tenemos ese privilegio. Por lo tanto, no consideremos a la persona de edad un
grupo aparte, sino como lo que nosotros mismos seremos en el futuro. Reconozcamos
que todas las personas de edad son personas individuales, con necesidades y
capacidades particulares y no un grupo en el que todos son iguales porque son
viejos.
Kofi Amnam
Mantener la lucidez es un ejercicio tan duro como mantener la línea.
Sblomo Bretzitz
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